jueves, 20 de enero de 2011

RECOMENDACIONES ALUMNOS DEL BROCENSE


Cada día, al comenzar cada clase, uno de los alumnos trae un texto que quiere compartir con los demás y que debe leer en voz alta.Una noticia, el fragmento de un libro que quieren recomendar, un poema, una canción, ... Lo que sea vale con tal de que esté hecho con palabras y tenga algún interés para cada uno de ellos. Todas esas "recomendaciones" serán compartidas en el blog.

Para comenzar, Andrea Rebollo nos hablaba de Ghostgirl I, libro del que leía un fragmento:

Se despertó con el suave zumbido de los fluorescentes que alineaban el techo del aula. Muy despacio, abrió un ojo y luego el otro, y se percató de que a pesar de la intensidad con que lucía la luz blanca no le molestaba mirarla directamente.
Parpadeó unas cuantas veces y se incorporó hasta quedar medio tumbada, con el cuerpo apoyado sobre los codos. Observó las sucias manchas marrones de humedad y las pelotitas de papel pegadas a los paneles cuadrados de espuma rígida del techo que se cernían sobre ella. Sintió ...

¿Qué le ocurría a la protagonista del libro? Habrá que leerlo para descubrirlo.




Helena García Borrella nos leía el siguiente fragmento porque decía que le había resultado curioso:
Transcurrieron dos semanas en las que, según la tradición crow, ni la madre ni el recién nacido debían salir fuera del tipi. Esas dos semanas eran el tiempo que tardaba el alma en asentarse en el cuerpo de los recién nacidos, y no debían salir fuera para que el alma no se la llevara un mal viento.
También era el tiempo para que, según las costumbres indias, las madres pudieran saber si un niño crow debía o no vivir en la tribu. Si por alguna razón el Gran Espíritu deseaba llevárselos durante ese período, los padres no debían sentir pena, porque el alma del recién nacido aún no había llegado a la comunidad.









En Navidades la madre de Jorge le regaló un libro del que hoy nos ha leído un fragmento conmovedor:
A las 16.40 de un viernes de abril, mi hermana estaba ensayando el papel de Julieta y al cabo de menos de un minuto estaba muerta.
Me sorprendió ver que el tiempo no se detenía al detenerse su corazón.
La gente iba al colegio, al trabajo, a los restaurantes; mojaba pan en sus sopas de almejas, se agobiaba con los exámenes, cantaba en su choche con las ventanillas subidas.
Durante días y días la lluvia golpeó con sus puños el tejado du nuestra casa...prueba del terrible error que Dios había cometido.
Cada mañana, al despertar, escuchaba el golpeteo incesante, contemplaba aquella desolación por la ventana y sentía alivo al ver que por lo menos el sol tenía la decencia de no acercarse a nosotros.
Jorge Fernández Avilés




SÁBADO
Hoy ha sido mi cumpleaños y las cosas iban más o menos como yo esperaba. Yo le había pedido a mamá que invitara a tanta gente como fuera posible, de modo que hubiera muchos regalos, y alfinal ha venido bastante gente.
En mi cumpleaños, prefiero ir al grano, directamente a los regalos, así que le dije a todo el mundo que nos reuniéramos en la sala de estar.
Me tomé el tiempo con las tarjetas, tal como mamá me pidió. Resultó penoso, pero conseguí un buen botín, así que valió la pena.
Por desgracia tan pronto como recogí el dinero que acompañaba a las tarjetas, mamá me obligó a invertirlo en una deuda que le debía al Sr. Yefferson, mi vecino.
Luego, me fui a los regalos envueltos, el primero el de papá y mamá: al verlo de cerca me di cuenta que no era un teléfono móvil como los demás. Se llamaba "Ladybug". No tenía teclado ni nada. Solo tenía dos botones, uno para llamar a casa y otro para urgencias. Así que no sirve de mucho.

Pilar Bravo Gijón






La noche ya había caído, sin embargo, un pequeño hacía grandes esfuerzos para no quedarse dormido; el motivo bien valía la pena: estaba esperando a su papá.
Los traviesos ojos iban cayendo pesadamente. Cuando se abrió la puerta, el niño se incorporó, como impulsado por un resorte, y soltó la pregunta que le tenía tan inquieto:
-Papi, ¿cuánto ganas por hora?- dijo con los ojos muy abiertos.
El padre, molesto y cansado, fue tajante en su respuesta:
- Mira,hijo, eso ni siquiera tu madre lo sabé; no me molestes y vuelve a dormir; que ya es muy tarde.
- Sí, papi, tú solo dime cuánto te pagan por una hora de trabajo- reiteró suplicante el niño.
Tenso, el padre apenas abrió la boca para decir:
-Cuarenta euros.
- Papá, ¿podrías prestarme veinte euros?- preguntó el pequeño.
El padre se enfureció, tomó al pequeño del brazo y con tono brusco le dijo:
- Así que para eso querías saber cuánto gano. ¿no?¡Vete a dormir y no sigas fastidiando, avaricioso egoísta!
El niño se alejó tímidamente, y el padre, al meditar lo sucedido, comenzó a sentirse culpable: tal vez necesitase algo, pensó; y queriendo descargar su conciencia, se asomó a la habitación de su hijo y con voz suave le preguntó:
-¿Duermes, hijo?
- Dime papi- respondió entre sueños.
- Aquí tienes el dinero que me pediste.
- Gracias, papi- susurró el niño mientras metía su manita debajo de la almohada, de donde sacó unos billetes arrugados-. ¡Ya lo tengo, lo conseguí!- gritó jubiloso-. ¡Tengo cuarenta euros!Ahora, papá, ¿podrías venderme una hora de tu tiempo?

María Clemente Granado compartió con nosotros este conmovedor cuento que nos hizo reflexionar.

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